Superman Returns

El sábado pasado, al ver Superman Returns, me quedé impactado de una manera sorprendente.

No es que sea una película destinada a brillar por la profundidad de su guión. Ni me lo esperaba, al contrario. Fui con mi pareja precisamente para desconectar, pensando que sería otra "peli wysiwyg": what you see is what you get. Acción y efectos atope, nada más.

Pero me equivoqué.

De una manera sencilla y serena, la nueva entrega del superhéroe nos tiene mucho que decir, sobre todo en cuanto a nuestro autocomplacencia y hubris como sociedad, y nuestra necesidad aguda de experimentar un cambio profundo.

Empezando con un viaje por galaxia tras galaxia que te deja sin aliento por la belleza de algunas de las imágenes (a veces tristemente bloqueadas por los títulos), el film nos presenta con un Superman que vuelve a la Tierra en uno de sus momentos más críticos. Es un Superman que salta de las páginas de los comic books para encarnarse de otra forma en 2006: la de una figura marcadamente mesiánica. Ha vuelto para servir, y para salvar.

No quiero extenderme demasiado aquí (lo mejor es que la veas por tu cuenta). Ni pretendo escribir una crítica de la película. Sólo comentarte un par de cosas que han quedado conmigo mientras seguía su camino por un mundo atormentado en la gran pantalla, uno que reconocemos también como el nuestro.

Vemos una "civilización" caracterizada por su sentir de autosuficiencia, durmiendo en la seguridad falsa de una autocomplacencia tecnológica. Hasta la protagonista feminina Lois Lane, periodista y supuesta girlfriend de Superman, llega a tener una 'crisis de fe' cuando el héroe acaba desapareciendo durante años. Dejando de creer en Superman, Lois gana un premio Pulitzer por su artículo "Why the World Doesn't Need Superman". Cuánto suena esto. Es prácticamente la mantra de nuestra sociedad rica, saciada, "culta" e hiperinformada. No necesitamos nosotros a ningún "Superman", decimos. Tenemos todo bajo control. Tenemos la ONU. Nuestras universidades. La Unión Europea. Nuestras valores. Y, sobre todo, nuestra "Super-Tecnología". En el fondo somos todos dioses, (pensamos) móviles en una mano, webcams y portátiles en la otra.

Pero, ¿será cierto? En el mundo fantástico de los hermanos Warner, dicha "civilización" se hunde rápidamente, una vez se paralice el suministro eléctrico. A partir de aquel momento se desata el caos, y todos vuelven a clamar por... Superman.

Referencias épicas abundan en esta hermosa historia, pero aquella que más me llamó la atención ha sido la siguiente, en un voz-en-off de Superman cuando, flotando encima de la Tierra y observándola con amor desde el espacio nos relata algunas de las últimas palabras que su padre le había dicho:

"Aunque te hayan criado como un ser humano, no eres uno de ellos. Tienen la capacidad de ser grandes, Kal-El. Quieren serlo. Sólo les falta la luz para que encuentren el camino. Por esta razón sobre todo - su capacidad para hacer el bien - se les he enviado a ti ... mi único hijo."

Son palabras muy familiares para cualquiera que haya leído El Libro Mágico de mi Maestro. Las reconocerá; un texto muy similar aparece escrito en el tercer capítulo del pescador-filósofo.

Yo, por mi parte, me alegro de que esté de vuelta Superman*. Qué alivio. No cabe duda que le necesitamos, y si puede ser que llegue ya mañana, mejor. Maranatha, Kal-El; ven pronto.


* Aunque, como bien observa Günter Grass en su novela Die Blechtrommel, hemos de siempre vigilar en cuanto a los "salvadores" que se nos presentan. En la Alemania de los años 30, la gente, en palabras de Grass, "daba la bienvenida a 'Papa Noel', sólo por descubir luego que no lo era, si no que aquel que se vendió como tal era el 'Gasmann', el 'Hombre del Gas'".