Los telediarios, como ríos venenosos brotan; insisto en no beber de sus fuentes.
Me resisto, nunca me convertiré en seguidor suyo, discípulo de esta presente época nihilista, materialista, fatalista. Me niego a doblar la rodilla ante el altar de su devoción y nunca entonaré su himno (y credo): de que lo único que vale se compra, mide y almacena.
No es que huyese de ninguna "realidad" (dictada y programada); sólo es que tengo -- y ofrezco -- otra:
El Señor es mi pastor, nada me faltará. Preparas mesa delante de mí en presencia de mis enemigos; has ungido mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando.
Créditos foto: p...kin...e
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