29 julio 2006

Escucha...


Otra notita de mi vida íntima...

He descubierto que tengo un nuevo amigo. Me visita a diario, y nuestro tiempo juntos se ha convertido en uno de los momentos que más valoro de mi día.

Se trata de un pequeño pájaro -no sé de qué raza-, uno de aquellos chiquitines de la ciudad.

Cada día pasa por mi piso, se instala cerca de mi ventana... y entonces empieza a cantar.
Nunca nos hemos visto, ni él sabe que yo me encuentro dentro de mi apartamento atentamente escuchando su entrega musical cada día, con anticipación y con gratitud.

Su visita coincide con otro momento importante para mi. Antes de levantarme, me quedo un ratillo todavía en la cama. Con el primer café en una mano, dedico media hora para leer un poco en El Libro Mágico de mi Maestro y para hablar con Él. Sobre lo que me espera aquel día, sobre nuestra relación, habándole acerca de necesidades que tengo -o que tienen mis amigos. Ya sabes, simplemente compartiendo cosas de amigos.

Y precisamente en estos momentos de calma antes de la vorágine del día pasa mi pequeño amigo para regalarme sus canciones. Incluso, había una mañana la semana pasada en la que llegó tarde, y empecé a preocuparme por él: ¿Le habría pasado algo? ¿Volveré a escucharle?

Y, contándote esto, te pregunto:

¿Te imaginas lo que pasaría si apagásemos todas las radios, las teles, los móviles... todo ese RUIDO... y si de repente, no se oyiera nada de obras, de gritos, de tráfico en la ciudad .... ¿nada? ¿Sólo silencio?

De todas formas ese silencio sería relativo, porque ya sabes lo que descubriríamos:

Escucharíamos asombrados, y por primera vez, a todo un planeta hablándonos, mandándonos mensajes - mensajes que, a lo mejor nos salvarían del mal camino por el que anda la Humanidad (tan sofisticada, y tan perdida).

Como bien dice mi amigo-poeta David de Cisjordania:

Los cielos cuentan la gloria de Dios,
el firmamento proclama la obra de sus manos.


Un día comparte al otro la noticia,
una noche a la otra se lo hace saber.


Sin palabras, sin lenguaje,
sin una voz perceptible,
por toda la tierra resuena su eco,
sus palabras llegan hasta los confines del mundo...


¿Qué me estaba diciendo mi pequeño amigo, hoy a las 8.00h? ¿Qué me dirá mañana?

4 comentarios:

  1. Hola Paul:

    El valor de las pequeñas cosas, eso es lo realmente importante, para ti es un pájaro cantando, para otros es una sonrisa, un paseo...Tenemos que ser capaces de vivirlas en el momento en el que suceden y no esperar a que desaparezcan para apreciarlas.

    En ese "silencio relativo" del que hablas es donde se puede ver y sentir el valor de las pequeñas cosas. Ese pájaro, Paul, te está diciendo aquello que en ese momento deseas oir, él te proporciona el terreno para que tú siembres tus pensamientos.

    Por último comentarte que desde hoy no me podré conectar tanto pero prometo escribir desde Buenos Aires y contarte los "colores" que allí veo.

    Os voy a echar mucho de menos a todos, en septiembre volveré con mucha fuerza.

    Un beso enorme con mucho amor!!!!

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  2. Gracias Juli, ¡y que tengas un buen viaje y felices (y merecidas) vacaciones!

    Un fuerte abrazo,
    Paul

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  3. Qué curioso... Mi madre solía recibir la visita matutina de un pajarillo parecido todos los días. Era uno de sus momentos especiales en el día. A diferencia de tu amiguito, el ave cantaba, y mi madre respondía imitando su sonido. Si las ventanas no estaban abiertas, el visitante tocaba el vidrio con el pico. Un día no volvió mas, pero aun lo recordamos. Todo esto ocurrió al otro lado del mundo, en la ciudad de Panamá. Definitivamente Dios envía a sus mensajeros...

    Recomendación: Háblale a tu amigo!

    DD

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  4. Hola Anónimo DD,

    Muchas gracias por haberte tomado el tiempo para contarnos la historia de tu madre. ¡ Y muchos recuerdos a ella en Panamá de mi parte desde aquí en Barcelona!

    Es muy hermoso lo que cuentas; lo pondré en práctica con mi pequeño pajarito catalán, je je je.

    No molestaré tampoco a mis vecinos, si le voy hablando y/o cantando, creo. Ya saben que soy de otro planeta ;-)

    Un abrazo virtual,
    Paul

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