14 febrero 2007

David LaChapelle · 3



Uno de los religiosos le pedía que comiera con él;
y entrando en la casa del fariseo, se sentó a la mesa.

Y había en la ciudad una mujer que era pecadora,
y cuando se enteró de que Jesús estaba sentado a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume;

y poniéndose detrás de El a sus pies, llorando, comenzó a regar sus pies con lágrimas y los secaba con los cabellos de su cabeza, besaba sus pies y los ungía con el perfume.

Pero al ver esto el cura que le había invitado, dijo para sí:
Si éste fuera un profeta, sabría quién y qué clase de mujer
es la que le está tocando, que es una pecadora.

Y respondiendo Jesús, le dijo:
Simón, tengo algo que decirte.
Y él dijo: Di, Maestro.

Cierto prestamista tenía dos deudores;
uno le debía 20.000 Euros y el otro 20 Euros;
y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó generosamente a los dos. ¿Cuál de ellos, entonces, le amará más?

Simón respondió, y dijo: Supongo que aquel a quien le perdonó más.

Y Jesús le dijo:
Has juzgado correctamente.

Y volviéndose hacia la mujer, le dijo a Simón:
¿Ves esta mujer? Yo entré a tu casa y no me diste agua para los pies,
pero ella ha regado mis pies con sus lágrimas y los ha secado con sus cabellos.

No me diste beso, pero ella, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite, pero ella ungió mis pies con perfume.

Por lo cual te digo que sus pecados, que son muchos,
han sido perdonados, porque amó mucho; pero a quien poco se le perdona, poco ama.

Y a ella le dijo:
Tus pecados han sido perdonados.

Los que estaban sentados a la mesa con El
comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste que hasta perdona pecados?

Pero Jesús dijo a la mujer:
Tu fe te ha salvado, vete en paz.


Créditos foto: www.davidlachapelle.com
Citas: El Libro Mágico de mi Maestro

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